Friday, March 02, 2007

 

GALLO-MELE, Ética en la empresa familiar




GALLO, Miguel A.-MELÉ, Doménec (ed.)
Ética en la empresa familiar. Texto y casos
Editorial Praxis
(Barcelona 1998)
373 págs.












(del prólogo del Prof. Antonio Argandoña)

Nadie ha aprendido a ser ético asistiendo a conferencias o leyendo libros de teoría ética. Es verdad. Pero eso no significa que leer libros o escuchar conferencias o lecciones sobre teoría ética sea una pérdida de tiempo. (...).

Pero el libro que han escrito Miguel Ángel Gallo y Doménec Melé no es sólo un libro de teoría ética. Tampoco es un libro de “práctica” ética, entendida como un conjunto de recomendaciones –una especie de prontuario o vademécum. Es un libro sobre la vida: un libro de casos, es decir, de experiencias reales, vividas, en el mundo de la empresa familiar.

No es un libro de casos de ética, es decir, de casos en que se presentan grandes decisiones –dilemas- de índole moral.





Thursday, March 01, 2007

 

La obligación de hacer el bien

No sólo hay que tener el planteamiento de evitar hacer cosas moralmente malas o colaborar con gente que hace el mal, sino que hay una obligación de contribuir al bien, con el propio trabajo, con dinero, tiempo, etc...




Caso a estudiar

Tiempo después de la muerte de su padre, los hermanos Múgica reparten la herencia de común acuerdo entre ellos. Mientras que sus hermanos se contentan con valores inmobiliarios, Cristina Múgica Thorpe elige y recibe las acciones que tenía en la sociedad “Normediterránea de Informaciones, S.A.”. Esta sociedad posee una emisora de radio, dos periódicos y desde hace tres meses está comenzando una revista deportiva. Las acciones suponen el 4,7 % de la propiedad y le conceden el derecho a pertenecer al Consejo de Administración de la sociedad. No hay una mayoría clara entre los propietarios y tampoco una línea ideológica definida. El único objetivo es ganar dinero. En los dos últimos años no han generado tantos beneficios como en los años anteriores.

A Cristina, que es periodista de profesión y que trabaja por libre, se le plantea un problema moral. Entre los programas de la emisora de radio hay uno, de gran duración y que se emite por la noche, claramente desaconsejable, pues en él se ridiculiza la familia, se defiende el aborto y la eutanasia e incluye muchos temas sexuales. Hasta ahora el Consejo de Administración, sin la aprobación de todos los miembros, mantiene este programa.

Cristina pide consejo a su marido, que es farmacéutico y tiene experiencia en el mundo empresarial. Éste considera que estas emisiones son perniciosas y le aconseja vender las acciones cuanto antes, pues está cooperando en el mal que otros hacen. "¿Cómo puedes ser accionista de una radio que emite programas de ese tipo?".

A Cristina el consejo de su marido no le acaba de gustar: “es muy cómodo –piensa- decir que todo está muy mal y no hacer nada y no estar dispuesto a complicarse la vida”. El matrimonio forma parte de la junta directiva de la Asociación de Padres del colegio de sus hijos y Cristina interviene activamente. Intenta mover a su marido a que colabore en la junta. También es la secretaria de la Asociación de periodistas de su Comunidad autónoma.

En un momento dado acude a hablar con un colega periodista, Luis, que es de recta conciencia, para preguntarle qué debe hacer con esas acciones. Luis le exhorta a que no venda las acciones, a pesar de que evidentemente no todo se hace bien en esa sociedad periodística. Le anima a utilice la influencia que tiene en “Normediterránea de Informaciones” para introducir los cambios que pueda. “Pienso que puedes hacer mucho en la empresa: por ejemplo, haciendo que el Consejo de Administración establezca directrices positivas para los cuatro medios de comunicación, que propongas elaborar un código deontológico de la empresa, puedes influir para que se contrate gente con buen criterio, o promover la contratación de algunos programas que interesen a familias, etc...".




Se pregunta:
  • La obligación de cooperar al bien.
  • Las condiciones de la lícita cooperación al mal.
  • Sobre el caso.



Comentario:

a) Obligación de cooperar al bien.

Uno de los elementos constitutivos de la persona es la sociabilidad. Lo ético y lo moral no atañen exclusivamente a la interioridad de la persona sino que se extienden a las relaciones con los demás hombres. Esas relaciones están y deben estar regidas por el logro del bien común.

El bien común es el bien de toda la sociedad y tiene un carácter supraindividual. Este concepto de bien común incluye "aquellas condiciones externas que son necesarias al conjunto de los ciudadanos para el desarrollo de sus cualidades y de sus oficios, de su vida material, intelectual y religiosa".

Se alcanzará la moralidad en la vida social en la medida que tanto la autoridad como las leyes y los ciudadanos, pongan como meta de sus actos el compromiso por alcanzar entre todos el bien común, que influye por igual en la existencia personal de cada individuo y en la vida de la colectividad. El bien común es el bien del todo, al cual contribuye cada uno de los individuos y de él participan todos.

Y este bien común de un pueblo es inseparable de la dimensión moral que lo sustenta. Un bien común que no favorezca la vida moral, y más aún si contribuye a desmoralizar la vida social, pierde su carácter de 'bien'.

Sin embargo, el pluralismo de la sociedad lleva a que, en ocasiones, no sea posible alcanzar el bien común para toda la sociedad y haya que elegir entre lo que le es dado alcanzar, esto es, el bien posible. En estas circunstancias, si no se trata de puntos esenciales, se ha de procurar que "so pretexto de lo mejor, no se descuiden de realizar el bien que les es posible y, por tanto, obligatorio" (Juan XIII).


b) Condiciones de la lícita cooperación al mal.

Hay que ver en qué medida es lícito participar en organizaciones o estructuras que realizan algún mal cuando se hace con fines en sí mismos legítimos, pero ajenos a la transformación de esas estructuras; y también hay que ver -es un caso diferente- en qué medida es lícito intervenir en dichas estructuras con el fin de cambiarlas. Esta segunda postura es la que debe mover a una persona consciente de su responsabilidad en contribuir a la reforma de las estructuras sociales inmorales en una sociedad pluralista.

Si sólo cabe una cooperación a conductas inmorales de terceros a condición de que éstas cesen prácticamente desde el inicio, se corre el riesgo de renunciar a la presencia activa de personas honestas en estructuras sociales que precisan ser reformadas. Se debe más bien apuntar hacia una gradualidad en el tiempo del cambio de las conductas inmorales.

Para asegurar la rectitud de ese comportamiento se requiere:

-Reconocer la naturaleza moral de la situación en la plenitud de sus exigencias éticas: no se puede cooperar al mal sin más, esto es, sin poner todos los medios para poner fin a la situación inmoral. Por tanto, ha de existir una determinación de acabar con la situación, aunque no pueda hacerse de golpe.
-Que los actos buenos que se pongan tengan la posibilidad real de ir rectificando esas estructuras. Los efectos malos que existirán y que quizás se prolonguen por bastante tiempo, han de ser comparados con las medidas buenas que están en curso y que tienen por finalidad el cambio de esa actividad. Es decir, conviene considerar la eficacia real de esas medidas para conseguir el cambio.
-Esta decisión debe ir acompañada de un proceso de crecimiento personal, mejorando su formación ética y profesional y buscando alternativas. A la vez hay que intentar conseguir la colaboración de otras personas para perseguir la reforma de esas situaciones.

No es prudente, por tanto, resolver estas situaciones juzgando sólo el objeto del acto exterior, que podría llevar a pedir una ruptura inmediata con la situación que, a veces, no es posible ni conveniente; o, por el contrario, dejar la situación tal como está, sin poner en marcha ningún proceso de rectificación.



c) Sobre el caso.

Una persona que procura vivir de acuerdo con la moralidad no puede conformarse con planteamientos reduccionistas, como, por ejemplo, conformarse con no realizar personalmente obras de las que otros pueden aprovecharse para hacer el mal, desentendiéndose de la buena influencia que con sus obras, puede y debe tener sobre la rectitud del obrar ajeno y sobre la entera sociedad.

No se pueden dejar los trabajos en manos de personas con poca o nula moralidad, que harán -o permitirán- que esas actividades, en vez de ser realizadas para el bien común, se conviertan en medios de empobrecimiento moral de la sociedad.

Ciertamente no faltan situaciones en las que una persona honrada se pregunta si puede continuar -o comenzar- con el propio trabajo, bueno y recto, cuando éste se desarrolla junto a otras personas o en empresas que no tienen en cuenta ni tan siquiera los principios morales naturales. Sin embargo, una persona que se encontrara en esa situación, sabe que jamás puede realizar una acción mala en sí misma para conseguir un bien, pero también sabe que debe poner los medios para cambiar esa situación en la medida de sus posibilidades.

Es evidente también que, para poder influir de verdad en el propio ámbito de trabajo -aún más si es contrario-, es necesaria una buena preparación profesional que lleve a tener prestigio y una firme solidez de conocimiento y vida en los principios morales y éticos. Y no es menos evidente también que ha de pensarse en la necesidad de un tiempo largo, cuando se trata de influir y cambiar a las personas y al ambiente.

Luis considera que Cristina tiene las condiciones necesarias: 1) pues tiene un criterio ético claro y sabe lo que está bien y lo que está mal; 2) porque podrá influir positivamente en el Consejo de Administración, por su competencia y buena fama; 3) y tiene capacidad para aconsejarse con buenos profesionales de la radio, y hacer propuestas adecuadas.

Se puede pensar prudentemente que existe una posibilidad real de que Cristina influya positivamente en el Consejo de Administración, aportando buenas sugerencias y consiguiendo la efectiva producción de buenos programas para la radio, que, sin duda, por la gran audiencia de la emisora, harán el bien a muchas personas. Gracias a su actuación personal podrán evitarse también la producción y difusión de programas poco éticos o inmorales. Tanto en la radio, como en los demás medios.

Además ella tiene un deber moral de aprovechar la situación que se le presenta, interviniendo activamente en el Consejo de Administración, para conseguir los resultados indicados en los párrafos anteriores. Es cierto que esta intervención supondrá un esfuerzo para Cristina, y que tendrá que valorar sus posibilidades reales prudentemente, según las demás obligaciones personales que tenga, pero no hay duda de que es importantísimo que esté presente allí y trabaje con empeño en el sector de los medios de comunicación social.

En cuanto a la cooperación al mal, que proviene de su pertenencia al Consejo de Administración de una empresa radiofónica, que, entre sus programas, emite uno claramente inmoral, Luis piensa que la participación de Cristina en el Consejo de Administración no puede configurarse como un caso de cooperación formal al mal, pues comenzó a participar en el Consejo cuando ya estaba en marcha, desde hacia tiempo, la difusión de ese programa y, sobre todo, que Luis sabe que ella no sólo no lo aprueba de ningún modo, sino que intentaría eliminarlo si fuera posible. Además, si el Consejo de Administración aprobara en el futuro otros programas moralmente reprobables, Cristina tendría que mostrar su desacuerdo, pero, al no ser determinante su voto en el Consejo, la aprobación del programa sería para ella una cooperación material, que puede ser lícita según los criterios para juzgar de la licitud de la cooperación al mal.

Para su buena fama y para no dar escándalo a otras personas, Cristina tendría que hacer saber de algún modo su desacuerdo con el programa con una postura decidida, pero que no le cierre la posibilidad de realizar todo el bien que puede y debe hacer a través de su trabajo en la emisora.
Es mas, por lo dicho antes, Luis piensa que si, en el futuro próximo, a pesar de las actividades de Cristina, el Consejo aprobara, junto con los buenos programas propuestos por Cristina, otros programas inmorales, Cristina podría continuar con su actividad en el Consejo, siempre dejando clara su oposición, tanto en el Consejo como fuera de él. Si, con el pasar del tiempo -necesariamente largo, pues no se trata de una situación que pueda cambiar instantáneamente- no consiguiera tener la influencia positiva que se podía prever al inicio, y la empresa continuara con programas inmorales, podría ser aconsejable que vendiera sus acciones.






Nota aclaratoria:

Ninguno de los nombres de empresas, de personas o cualquier otro nombre que se mencionan en el estudio de este caso es real, al igual que las situaciones que se describen.


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